domingo, 14 de marzo de 2010

Soy donante



Creo que se me va a hacer costumbre esto de escribir sobre experiencias nuevas, como sea. Luego de la catástrofe natural que ocurrió en nuestro país quise hacerme presente de manera solidaria, como muchos chilenos lo han sido después del terremoto. No tenía dinero propio como para poder donar, en nombre de la familia obviamente lo hizo mi padre. Pero si tenía dos cosas que podía dar. Una: lo material y dos: algo que está dentro de mí.
Miré mi closet y quise ser honesta conmigo misma. En el lugar donde se cuelgan las cosas que se cuelgan, porque somos más delicadas o porque sencillamente no podían estar en un cajón, había una gran cantidad de parcas, chaquetas, ropa. En los cajones también. Entonces comencé a mirar esas prendas y pensé en que no tenía sentido tenerlas ahí, que era de pura mona porque jamás las iba a volver a usar, que había gente que en estos momentos realmente las necesitaba. Más aún teniendo en cuenta que pronto se viene el invierno y en e sur la cosa comienza antes. Así unas cuantas chaquetas y parcas, de buena marca y en muy buen estado las eché a lavar –la gente merece cosas dignas, siempre, más allá de la marca- y partieron rombo al sur junto con otras pilchas.
El día miércoles después del remezón estábamos viendo la TV con mi madre. En esos días sólo se mostraban noticias. Entonces salió un contacto en vivo donde se mostraba y además se pedía donación de sangre, dieron unos números de teléfono y los anoté en mi celular. Donar sangre es algo que siempre había pensado hacer y la emergencia me llevo a tomar una rápida decisión. Este era el momento.
Llamé a los teléfonos de contacto, me costó comunicarme hasta que un joven me contestó, me dijo: “Estamos llenos esta semana, pero te necesitamos la próxima. No es sólo para la gente que se hace diálisis. La semana que viene se van a realizar muchas operaciones…”. En ese momento lo detuve y le dije que era algo que había pensado y que por lo mismo contara conmigo. Dejé mis datos, números de contacto y a esperar. El viernes en la maña me llamaron. Quedé citada para el miércoles a las 11:15 am.
Llegó es día… Sigo, luego del gran apagón que afectó a medio Chile. Estaba un tanto nerviosa y no sé por qué salí como súper justa en la hora. Llegué unos diez minutos atrasada, pero en recepción no me dijeron nada. Una chica de lo más amorosa me dijo que no había problema, me pidió mi cédula de identidad y datos para contactarme. Eso para estar en contacto y seguir siendo donante o para comunicarte que tienes algina enfermedad que se transmita por la sangre.
Me hicieron pasar por una puerta donde una señorita me llamó con mi carnet en mano y una hoja para llevarme a la sala donde se realizan los cuestionarios privados. Me hizo tomar asiento frente a ella, muy simpática comenzó con las preguntas. Iban desde si tomaste algún remedio durante las últimas dos semanas, si tenías algún tipo de enfermedad, uso de drogas –admito que me reí cuando me preguntó di me había inyectado alguna droga. Con suerte he probado la marihuana me iba a andar inyectando, jeje-. Respecto a la marihuana le comenté que sí había consumido un par de veces, hasta en queque, pero que de eso ya había pasado como un año, u ocho meses a más reventar. Luego vienen las que tiene que ver con enfermedades de transmisión sexual y obvia respecto a la vida sexual. Confieso que es bastante intimidante hablar con una perfecta desconocida sobre lo que pasaba con mis calzones. Terminó y me dijo: “Ya, estás lista para donar, pasa por acá”.
Llegué a un mesón donde estaba un chico que me pinchó el dedo –antes de donar ya te pegan su pinchazo- para ver mi glicemia, determinar mi grupo de sangre y descartar si tenía anemia y no sé que más. Me mandaron en la misma sala al sector donde están las enfermeras y los sillones donde te acomodan. Entonces llegó una enfermera con la hojita y mis respuestas al cuestionario y mi carnet. Me saludó muy amorosa y me invitó a tomar asiento. Por cierto era uno muy cómodo. Me pidió que le pasara mi brazo izquierdo, puso un elástico bien apretado en la parte de arriba de mi brazo, casi lo asesinó, y comenzó a buscar mi vena. Mientras ella buscaba la bolsita en la que iba a quedar mi sangre y la aguja para pincharme. Era más grande de las que a uno le ponen cuando se hace exámenes de sangre, así que me asustó un poco y le dije que mejor miraba para el lado, ella me sonrío y asintió. Entonces sentí un pequeño pinchazo y al mirar mi brazo estaba lista, aunque me espanté un poco porque usualmente te introducen las tres cuartas partes de la aguja y esta que era toda gigantona estaba al tope en mi brazo. Quise llorar. No por dolor ni miedo, pero me impresionó un poco. Al comenzar a llenar esta bolsita ella reclinó el asiento y quedé casi acostada, bien relajada. Luego de eso haciéndole honor a mi profesión llené a la enfermera de preguntas. Toda buena respondió a todas ellas y con toda la buena onda me decía siempre tratamos de que sea una buena experiencia para que quieran volver, también les damos todas las facilidades. Si vuelves a venir yo misma te puedo atender si sientes que te gustó como te atendí, me dijo ella. Deben haber pasado unos veinte minutos cuando la máquina que balancea la sangre, para que no se coagule, paró y listo. Me senté muy lentamente, la enfermera siempre preguntándome cómo me sentía. Pasaron unos minutos me levanté del asiento y cariñosamente se despidió y me hizo pasar al sector donde te dan una colación –ojo con ese detalle, te dan comida gratis ejejeje-. Fui donde unas señoras de delantal rojo que con toda amabilidad me preguntaban si quería leche o jugo y qué tipo de galleta prefería. Escogí un jugo con galletas de vino y me senté en una salita de estar a ver “Charly y la fábrica de chocolates” –la he visto mil veces, pero la amo-. Diez minutos más tarde y sin mayor problema partí rumbo a mi casa. No fue nada tan terrible, pero le confieso que aún me duele la zona donde me pincharon, ya no el brazo, y bueno esa misma zona la tengo bien morá.

pd: De órganos no legalmente, porque la Ley en nuetro país no ayuda en nada si la familia no da el consentimiento. Y siempre les he dicho a mis padres que por favor si me pasa algo grave y ven que no hay vuelta atrás me dejen partitr y regalar vida.

2 comentarios:

Alex Durán dijo...

eso mismo te iba a decir. Si te mueres y eres donante tu familia de todas formas puede negarse. Yo también tengo a mis viejos adiestrados para que sepan que si me muero donen todo lo que sirva y lo otro lo vendan por kilo jaja.
Me hice exámenes el otro día y la enfermera masacró mi brazo en busca de la vena...aun está morado.

Francisca Parada dijo...

Vea el comentario que le dejé en el artículo anterior "mi primera vez".
Buenas noches!