lunes, 29 de diciembre de 2008

Efecto Madonna




Desde pequeña escuché la música que le gustaba a mis padres y mi tía, la que es como mi hermana mayor. Algunos con mayor fuerza que otros quedaron sonando con fuerza en mi mente. Entre los artistas obviamente estaba Madonna. Lo que más recuerdo durante esos años son temas como “Vogue”, “La isla bonita”, “Like a player”, entre varios más. Crecí con eso y como la reina del pop se mantuvo y se reinventaba durante mi infancia, claramente no pude quitar mi vista y oídos, claro, de ella.
A mis 21 años se cumplió uno de los sueños más grandes… Madonna en Chile. Al principió, cuando la soca sólo parecía ser un rumor no lo creí mucho. Para muchos era una cosa casi insólita que la gran diva pisara suelo chileno y nos deleitara con uno de sus increíbles shows. Pero el rumor pasó a ser verdad y se desató un caos por adquirir las entradas, debido al monopolio –porque no hay otras palabras para denominar esto- que ejerció ENTEL y Banco de chile con la pre-venta. Debo confesar que esta primera forma de veta, excluyente por lo demás, casi me deja afuera del evento. Pero la historia fue otra.
Diez de septiembre, a las 6:00 a.m. Cecilia –mi mejor amiga- y yo cerrábamos las puertas del auto para ser parte de la gran historia. Nos encontrábamos en el estadio de las monjas para adquirir la tan preciada entrada. Entre la espera conocimos a varias personas, de ellas a la Caro, con quien nos juntamos posteriormente para ir al concierto. La espera me parecía eterna, los tickets decían “Madonna Sticky and sweet tour, 11 dic, Estadio Nacional”.
El día llegó y la Cecy me pasó a buscar como a las diez de la mañana. Supuestamente me iba a matricular, pero el fanatismo y ansiedad pudo más y al ver un poco de aglomeración nos fuimos rumbo al estadio. Al llegar el ambiente se hizo muy grato. Un matrimonio delante de nosotras, unas señoras cincuentonas atrás y atrás de ellas una joven que venía sola. Las bromas, risas y shows debido a extraños sujetos que se creían Madonna hacían menos tortuosa la espera. Además de la labor de carabineros que amablemente nos brindo un gran espectáculo con el famoso “guanaco” y refresco aquella cálida mañana y tarde. Yo creo que estos caballeros nunca se sintieron tan felices, ya que todo el mundo pedía que vinieran a refrescarnos a gritos.
Pasado de las cuatro de la tarde la mayoría estaba algo agotado, pero comienza la prueba de sonido y suena “Candy Shop” y ¡Sí, escuchamos a Madonna desde afuera! No se imaginan el nivel de euforia que se generó y creció cuando de pronto se escucha “Vogue”. Así estuvo uno 45 minutos, hasta que todo quedó en silencio. Todo el mundo llamaba por celular, no sabían la supresa que venía después. A las cinco se abren las puertas del estadio, al ingresar notamos que estaban los bailarines y una loca rubia saltando al medio. Al principio creímos que era como la coreógrafa, pero no ¡Era Madonna! Entonces tomó el micrófono y se puso a cantar. Nadie creía lo que estaba viendo, fácilmente nos pudo hacer entrar después. Luego toma la guitarra y todos seguíamos mirando absortos, eso no fue todo. Pasado el rato de guitarrear, salta hacía la cancha vip y se pone a cantar con sus fans. La impresión fue tal que nadie pudo cantar de manera decente junto a ella. Creo que yo tampoco habría podido.
Se sube nuevamente nos saluda afectuosamente, hasta que muy deslenguada excitada Madonna, después de una par de buenos garabatos nos dice a todos: “Nos vemos a la noche y espero que todos los culiados canten”. Sí, así tal cual. Quienes pudieron entender rieron junto a mí.
A eso de las 7 p.m. llega la Caro y posteriormente mi tía. Las piernas de la Cecy y yo no daban más y ya a eso de las 8:30 p.m. parecía que el estadio se venía abajo de lo lleno que estaba. Es más, hay gente que no pudo ingresar del todo a cancha y tuve que ver el show desde la entrada, jamás había visto así de lleno el nacional y era la segunda noche. Si hubiera hecho un tercer show, creo que nuevamente lo repleta.
9:45 unas gigantes pantallas se encienden y seguimos un pelotita, pasado unos dos minutos se escucha su voz tic-tac…tic tac. El estadio se envolvió en gritos. Comienza a deletrearse la palabra Candy en las pantallas, la que estaba en el centro gira y aparece ella en su trono y ahora si que un Estadio Nacional repleto al máximo parecía estallar, venirse abajo entre los eufóricos gritos de los espectadores y la voz de la gran reina del pop.
No podía creer lo que veía. La calidad de su show es a tal nivel que parece un sueño. Por otro lado eligió muy bien sus canciones, ella sabe que todos queremos escuchar sus éxitos antiguos y a pesar de que estaban “remixados” es completamente un placer escucharla. En algunos temas ocupa pistas, claro, con todo lo que se mueve no me parece pecado. Pero hay que destacar que cuando se paró sola con la guitarra y también cuando cantaba acapella, sonaba increíblemente igual. Sin duda una delicia.
Un medio sentenció que su show había sido frío y calculador, lo cual me pareció un comentario más que capcioso. Seamos honestos, cuándo un artista o banda se ha subido al escenario sin tener claro que tocará. Un espectáculo como el de Madonna simplemente debe serlo –calculado-, de lo contrario estaríamos viéndola sentada cantando. Sus shows son impecables y como todo está calculado hace que en verdad sean casi, para no decir que lo son, perfectos. Ni ella, ni sus bailarines y músicos dan un paso en falso. Debo decir que cada peso que se paga por una entrada para su concierto realmente lo valen.
Después de haber visto a Madonna en vivo y esto es un fenómeno que he comprobado con otros asistentes, toda la cama de artistas que viene al festival de Viña llama para nada la atención y las expectativas ante los próximos conciertos que uno pueda asistir, parecen ir debajo de Madonna.